La desconexión de nuestra sociedad con la naturaleza no sólo afecta a los adultos. La relación entre los niños y la naturaleza es algo poco frecuente y esto no trae nada positivo. Así lo afirma Richard Louv en su libro “El último chico en los bosques”.
Nuestro estilo de vida urbano restringe los momentos juegos al aire libre. No se tienen suficientes plazas cercanas, se vive en departamentos, el tiempo no alcanza para estas actividades. Son muchos los motivos y esto, sumado a una creciente hiper conexión, puede llevar a que se pasen muchos días sin recrearse en el “exterior”.
Los niños y la naturaleza: síndrome de déficit de naturaleza
Al mismo tiempo, la herencia agraria de los humanos aún está en cada uno de nosotros y no nos permite compatibilizar con este ambiente sobre estimulado. Si bien algunos chicos sí logran adaptarse, los que no lo hacen desarrollan lo que Louv llama Síndrome de Déficit de naturaleza.
El síndrome se caracteriza por síntomas como problemas de atención, obesidad, ansiedad y depresión.
Para abonar este concepto, sumo la opinión de Catherine L’Ecuye. Ella considera que “si un niño está rodeado de estímulos que no se ajustan a sus ritmos y a su orden interior, entonces pierde su asombro natural y pasa de aprender “desde dentro hacia fuera”. Es decir comienza a esperar que lo entretengan “desde fuera hacia dentro”.
Es por ello que la Academia Americana de Pediatría recomienda no dejar que tus hijos vean la pantalla si tienen entre hasta los dos años. Su mente aún inmadura no lleva las riendas cuando están frente a un dispositivo digital.
En cambio, es la pantalla y sus aplicaciones con sus algoritmos quien lo hace. Recién después de los 2 años, la AAP recomienda no más de 2 horas al día, siempre que sean contenidos de calidad y bajo la supervisión de un adulto.
La buena noticia es que la medicina a este embotamiento digital es accesible y gratuita. Se encuentra en todos los parques, bosques, arroyos y cualquier espacio verde. Ayuda a mejorar la concentración, confianza y salud de tus hijos.
En la misma línea, los maestros deberían tomar la posta y enseñar sobre naturaleza no en las aulas sino llevando a los alumnos en vivo y directo al sitio verde más cercano.
¡Animémonos a volver a explorar nuestro entorno y recuperar el interés por lo que nos rodea! Si podemos, salgamos a paseos en la naturaleza, no sólo plazas sino parques y reservas urbanas son un buen plan y siempre hay grupos que enseñan a avistar pájaros y reconocer especies de árboles.
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Juegos al aire libre para la salud de los niños y la naturaleza
Es tanta la costumbre de mantener a los niños puertas adentro que llevarlos a disfrutar del “afuera” se está tornando en un derecho a ratificar. Por ello, en Canadá un grupo de especialistas ha elaborado una Declaración de Posición a favor de los Juegos al Aire Libre.
En un país donde los niños pasan un promedio de 8.6 horas sedentarias, este documento brega porque se entienda que pasar tiempo en la naturaleza es mucho más seguro de lo que se cree.
Los chicos necesitan estar afuera, correr por ahí, trepar árboles, construir fuertes y tirarse de lomadas como si fueran toboganes.
Algunos padres pueden tener algunos temores en relación a que los niños y la naturaleza vuelvan a tener una relación asidua. Lastimarse y estar expuestos a nuevos peligros podría ser uno de sus miedos. Nadie desmentirá que estas son cosas que pueden pasar pero, estadísticamente, el riesgo de heridas mayores es muy poco frecuente.
“Acceder a actividades al aire libre y en la naturaleza –con sus riesgos— es esencial para un desarrollo saludable de los niños. Recomendamos incrementar las oportunidades para que ellos armen juegos auto dirigidos a la intemperie tanto en el ámbito del hogar, la escuela y en la comunidad”, dice una parte de la Declaración.
¿Por qué implementar esta sana costumbre? Porque al permitir que jueguen en la naturaleza, sin que les estén los mayores todo el tiempo encima, se incentivan oportunidades de desarrollo y aprendizaje esenciales, que no podrían alcanzar si no tomaran riesgos por ellos mismos.
Vale aclarar que al contrario de lo que se suele pensar, tener a nuestros hijos puertas adentro todo el tiempo sí implica riesgos: cuanto mayor tiempo se pasa frente a las pantallas, más son proclives a estar expuestos a predadores cibernéticos y violencia, por ejemplo.
Otra consecuencia asociada a estar puertas adentro es que es más probable que elijan una alimentación poco saludable y hagan menos actividad física. Todo esto eleva las posibilidades de contraer enfermedades no hereditarias. Además, en los ambientes cerrados se queda expuesto a alérgenos, enfermedades infecciosas y condiciones crónicas (sin contar a químicos en muebles, alfombras y pintura.)
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Los adultos, impulsando el vínculo de los niños y la naturaleza
Catherine L’Ecuye, autora de “Educar en el asombro” sostiene que parte de fomentar ese vínculo entre los niños y la naturaleza es a través del asombro. Según explica “el asombro no se genera, se respeta. Los niños nacen con ello, tan sólo es cuestión de no ahogarlo. Para ello, hay que respetar el ritmo de los niños, las etapas de la infancia, la sed de silencio, de misterio, de belleza”.
¿Cómo apuntalar este camino de aprendizaje en la naturaleza? L’Ecuye recuerda que Rachel Carson decía que los niños se asombran en compañía de una persona que sabe asombrarse con ellos. “En ese sentido, el vínculo de apego permite al educador acompañar al niño en su descubrimiento de la realidad.
El cuidador se convierte en una “base de exploración” para el niño y también ayuda a calibrar la realidad, dando sentido a los aprendizajes”.
Así es como propone: “¿Qué tal darles una hoja en blanco con lápices, dejarlos encontrar las formas que hacen las nubes, o dejarlos subirse a un árbol? Los estudios relacionan el juego desestructurado con una mejora de las funciones ejecutivas (memoria de trabajo, planificación, etc.), las cuales tienen un papel clave en el rendimiento escolar”.
Por el contrario, si lo hacemos todo para el niño, o si lo colocamos delante de una pantalla para entretenerlo, se convierte en un ente pasivo y depende de ello para motivarse”.
Ideas al aire libre
Si tenés la suerte de contar con un patio o parque, te comparto algunas ideas para crear espacios lúdicos. La idea es que ellos disfruten y se entusiasmen por pasar tiempo al aire libre y aprender libremente.
Tierra
Aman la tierra y aman usar los sitios a su antojo por eso nada de cajas de arena o límites, sino mejor, por ejemplo, darles un lugar donde puedan cavar y hacer sus propios inventos sin temor a arruinar el jardín o las plantas.
Aquí un ejemplo de juego que nos cuenta Diego Olivera con las hojas que se ven en la foto: “Se trata de la cosecha del día de hojas de mora (Morus spp.), el alimento exclusivo de uno de los invertebrados más famosos del planeta, el “gusano de la seda”, notable y original obsequio del gran Eduardo Haene. Ahora el niño debe cuidar una voraz población de cinco ejemplares. Y el padre debe salir a recolectar”.
Padres e hijo, descubriendo el mundo natural aún en plena ciudad, hermoso ¿no creés?
Agua
Si bien hay que enseñarles a cuidar este recurso, teniendo este reparo se les puede dar acceso a una canilla o manguera, unos baldes, y que empiece el enchastre con barro. Algunos potes reutilizados o los que tengas al alcance, ¡y diversión asegurada!
Bichos.
Tener plantas, especialmente autóctonas, atraerá muchos insectos (abejas, mariposas, mariquitas, etc) a tu patio o ventana. De esta forma tendrán a estos pequeñas criaturas para apreciar, investigar y conocer.
Rincones y Pasillos
Una de las mejores aventuras es esconderse y crear lugares secretos. Se pueden dejar piedras, troncos, arbustos altos y pastos altos para propiciar lugares “privados” en los parques, patios o terrazas.
Partes sueltas
Siempre suma tener pequeños objetos desperdigados por el patio de manera que puedan reubicarse, rediseñarse y cambiar para crear nuevos juegos haciendo a las posibilidades infinitas. Rocas, pedazos de madera, frutos de árboles, ramas, palos, hojas, piñas, frutas que se han desprendido del árbol, plumas, viejos cacharros, arena o turba, todos elementos adicionales que pueden multiplicar la diversión.
Todas las fotos son gentileza de Diego Sebastián Olivera
Fuentes: Treehuger El litoral Treehuger 1 The wild network