Alternativa Verde | Cómo funciona un vivero por dentro, en 25 fotos
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Cómo funciona un vivero por dentro, en 25 fotos

Hace muy poco tuve el placer de conocer el Vivero Municipal de Buenos Aires. Está en el barrio de Parque Avellaneda. Entrar en su decena de hectáreas es olvidarse de que se está en tremenda urbe como es nuestra ciudad.  El predio está dividido en dos: de un lado donde se trabaja con árboles y arbustos y, del otro lado, con plantas ornamentales de estación. A esta última tuvimos acceso gracias a Mili que encontró el dato y gestionó la visita 😉 -valga la aclararación-.

Lo cierto es que podría contarles muchas cosas de este lugar porteño tan poco conocido: que funciona desde hace más de 100 años, que en sus mejores épocas proveyó de plantas a la mayoría de las dependencias del Gobierno de la Ciudad y que puede proveer de flores y plantines a todos los canteros de plazas y plazoletas así como usarse para armar los arreglos florales de diversos eventos.

También podría contarles que, como suele ocurrir con muchas de las áreas gubernamentales, ha quedado bastante a la deriva y que, con presupuesto acotado y pocos recursos, son los trabajadores los que se ponen al hombro la subsistencia de este oasis de vida. Así podría acotar que ahora se espera que todo esto mejore, finalmente, puesto que el manejo del Vivero se transfirió a otra área que puede traer nuevos aires y más impulso.

Sin embargo, todo lo que pueda escribir se vuelve bastante innecesario ante lo que verdaderamente acontece aquí que es, nada menos, que la vida naciendo en todo su esplendor asistida por los trabajadores (jardineros, agrónomos, amantes de la naturaleza todos) quienes hacen que estas criaturitas tan nobles se puedan desarrollar en todo su potencial.

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Aquí vemos el compost que se produce en el mismo Vivero (un hueco en la tierra donde se deja que los desechos orgánicos se descompongan -con la ayuda de unas lombrices californianas- para luego servir de abono):

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Algunas plantas se generan desde una «madre» de la que se sacan los gajos:

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Pero también se generan los nuevos plantines directamente desde la semilla y es así que una serie de pasos se despliegan armoniosa y pacientemente hasta que las plantas se vuelven lo suficientemente fuerte y hermosas para irse a su nuevo hogar.

Semillas compradas o sacadas de flores. Todas dispuestas para el primer paso: la siembra.

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Luego se utilizan estas bandejas para armar los almácigos, intentando colocar de a una semilla por hueco:

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Aquí va brotando la vida, en un pequeño mar verde:

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Es bueno aclarar que en el vivero no se usan herbicidas ni fertilizantes que no sean de origen 100% naturales y agroecológicos.

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Una vez que los brotes logran algunos centímetros de altura, llega el momento de «repicar», es decir, sacar con un golpecito seco al brote de su recipiente y separarlos en caso de que haya varios pegados. (Nos contaba la ingeniera agrónoma que en muchos viveros se contratan personas con manos pequeñas a propósito, para que con sus dedos más cortos y ágiles puedan maniobrar mejor los brotes.)

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Una vez que se los remueve de las bandejas (que tienen una forma particular que no permite que las raíces se enreden y así sea más fácil de retirar las plantitas bebés) se las coloca en unos piletones o bachas grandes. Allí, el brote sigue creciendo esta vez en un suelo mayoritariamente de «perlita», que es un sustrato más aireado y poco compacto pensado para que cuando ya el plantín madure se saque de allí sin perturbar la raíz.

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Los últimos pasos de los plantines involucran ir pasando de una maceta chica a una más grande a medida que siguen madurando. Su crecimiento se sigue desarrollando en los invernaderos, donde la luz del sol se concentra, dando un clima cálido que se percibe ni bien se entra. Los techos tienen un sistema de mediasombra que se va desplegando a medida que el sol se va acomodando en lo alto del cielo, y así se modera -dentro de lo posible- los grados centígrados y la luz del habitáculo.

Plantines felices, despuntando toda su energía vital, copan los invernáculos mientras se alzan buscando más luz. Los trabajadores del Vivero Municipal las cuidan como lo que son: infantes que necesitan guía y alimento, además de mucho amor, por supuesto.

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El riego es una de las tareas diarias:

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Así las chicas van volviéndose grandecitas que esperan nuevos rumbos y desafíos: así es que a medida que están crecidas y a punto, se van yendo a dar vida, color y aire puro a diferentes puntos de Buenos Aires. Estas plantas de estación las podés disfrutar en plazas, plazoletas y canteros de tu barrio, seguramente. De ahora en más, cuando veas una plantita o una flor en algún rincón de la capital argentina, pensá en este lugar: ¡el hermoso Vivero Municipal!

Las fotos más o menos, son mías, las buenas (que son la mayoría) son de Nicolás Sposaro para DAMPress.

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