10 Nov «El clima en Buenos Aires está cambiando»
24 de diciembre de 2013. Los porteños hacen los preparativos navideños en medio de una ola de calor como pocas se recuerdan. Viajar en tren, en el ramal Mitre por mencionar sólo un ejemplo, es una odisea. Los asientos donde da el sol están tan calientes que es imposible sentarse en ellos. Los ventiladores en las casas, aún funcionando en tándem, no hacen más que remover el aire denso.
Ciudad Universitaria, un día cualquiera de un verano atrás. Desde el pabellón dos se ve la tormenta formándose sobre el Río de la Plata. Las nubes grises y regordetas avanzan, amenazantes. Termina la jornada laboral y, justo entonces, el agua se descuelga con furia sobre la calle mientras el viento castiga a ráfagas a todo lo que se cruce en su camino.
La docente piensa dos veces antes de aventurarse a tomar el colectivo en medio de ese vendaval. Tiene que ir a buscar a su hijo pero sus conocimientos sobre el clima le sirven para saber que ésa es una pésima idea: salir en esas condiciones es riesgoso. Se guarece hasta que amaine. Recordará ése día para siempre: el día que la naturaleza se impuso en plena ciudad.
Escenas como éstas, aceleradas y potenciadas por el cambio climático, serán cada vez más habituales. «Hay evidencias de que el clima en Buenos Aires está cambiando. Vemos que cada década es más caliente que la anterior». Así lo asegura Inés Camilloni, licenciada en Meteorología y doctora por la Universidad de Buenos Aires en el área de Ciencias de la Atmósfera.
Para confirmarlo, 2017 finalizó con un récord de temperatura en la ciudad con una temperatura media anual de 18,7°, lo que implica 1,9° más que el promedio porteño. Camilloni agrega: «Las olas de calor son más prolongadas y sus temperaturas mínimas y máximas están por encima del umbral. A su vez hay una tendencia a que llueva cada vez más y a que haya más incidencia de sudestadas (vientos intensos del sudeste) que producen el ascenso de nivel del Rio de la Plata».
Adaptación a una nueva realidad
En vistas de estas tres aristas que presentará el cambio climático en Buenos Aires, las políticas de adaptación para hacer frente a estas amenazas se hacen urgentes. Desde la Agencia de Protección Ambiental del Gobierno de la Ciudad (Apra) trabajan con la población vulnerable a través de medidas preventivas.
Cuando el Servicio Meteorológico emite alerta amarillo por ola de calor, se activa un sistema de llamados telefónicos para alertar a los ciudadanos mayores de 65 años e instarlos a tomar medidas (evitar exponerse al rayo del sol, hidratación adecuada, etc). También se realizan actividades en centros de jubilados para informar sobre cómo actuar ante estos situaciones particulares.
Asimismo trabajan en articulación con Defensa Civil asistiendo a electrodependientes que puedan estar expuestos a cortes de energía causados por olas de calor o tormentas fuertes. En cuanto al control de la precipitación el Gobierno porteño mejoró el entubamiento de arroyos que atraviesan la ciudad.
Como explica Camilloni, «las medidas de mitigación son más atractivas porque hay propuestas de financiamiento, mientras las de adaptación suelen ser vistas como gastos. Por ahora existen medidas muy baratas que alcanza a un público limitado porque aún se están destinando muy pocos recursos a estas acciones«.
El futuro, un desafío
De cara a una capital porteña con olas de calor más prolongadas, lluvias y vientos más fuertes y sudestadas aún más frecuentes, la preparación para esos eventos que se harán moneda corriente es clave para evitar males mayores.
Debemos estar listos para un futuro que incluirá los siguientes síntomas, como bien explica FARN:
En este sentido los sistemas de alerta apropiados ante las emergencias son vitales pero también lo son planificar la ciudad inteligentemente e implementar un código urbano que contemple nuevas necesidades que moldeen la ciudad para lo que el cambio climático trae.
«Mucha infraestructura se va a renovar en los próximos años y debe ser pensada en este contexto de un clima más amenazante. Se necesita una planificación urbana coherente. Hay que pensar cómo crecer como ciudad considerando el escenario futuro», explica Camilloni.
Por último, poder afrontar la nueva configuración planetaria que significa el cambio climático también nos invita a pensar en cómo mejorar no sólo las ciudades sino también las sociedades. Más inclusión y más equidad entre las personas será la mejor forma de afrontar los desafíos que ya estamos viviendo.
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