09 Abr Recuperando el verde en los lugares más inesperados
Muchas veces es difícil mantenerse optimista frente a las problemáticas ambientales que son noticia a diario. Por eso en esta nota te contamos de 3 proyectos geniales que te van a alegrar el día. Estos proponen soluciones que ayudan a reverdecer hasta los lugares más inesperados. al mismo tiempo, ayudan a ganar espacios fértiles, a limpiar el aire, a absorver el agua excedente y a procurarnos una mejor calidad de vida.
Cultivando en el Sahara
El Proyecto Bosque del Sahara se encarga de crear un invernadero de agua salada para producir alimentos en lugares áridos o muy afectados por las sequías.
Este invernadero usa la mitad del agua que uno convencional, y podría permitir a los países que no tienen buenas reservas acuíferas generar sus alimentos, reducir las importaciones de comida y volver a tener vegetación, inclusive, en zonas desérticas.
¿Cómo funciona? Dentro del recinto hay una pantalla de cartón con muchas perforaciones. El agua salada se filtra desde arriba y se evapora al encontrarse con el aire caliente que viene desde afuera. El aire del interior se vuelve húmedo y logra estar hasta 15 grados más fresco que lo normal, mientras la humedad se condensa sobre las plantas, ayudándolas a crecer.
Al mismo tiempo, el invernadero cuenta con una serie de tubos llenos de agua de mar. Cuando el aire cálido choca con ellos, se forman gotas en la superficie que son capturadas y usadas para irrigación.
Lo más novedoso es que el sistema está integrado con un sistema solar concentrado. El sol calienta el agua para que se vuelva vapor. Éste activa una turbina que genera electricidad. La energía generada activa las bombas de la planta y la unidad de desalinización, que a su vez produce más agua fresca. A cambio, la salmuera residual ayuda a enfriar el sistema solar mejorando la eficiencia en 10%.
Éste piloto demostró que sólo 8 hectáreas de invernaderos pueden producir todos los ajíes, pepinos, tomates, y repollos que Qatar consume cada año. Esto sería una gran ventaja ya que actualmente el país importa 90% de lo que consume. Para más ventajas los invernaderos pueden ayudar a revertir la desertificación mientras atrapan CO2 al crecer las plantas.
Una huerta en un techo en pleno Brooklyn
Otra gran muestra de que reverdecer los lugares más inesperados es posible es el caso del techo de un edificio convertido en huerta urbana: Brooklyn Grange. Esta iniciativa funciona desde 2010 en Nueva York creando espacios verdes y promoviendo un modo de vida más sustentable a través de los alimentos, la educación y de diferentes tipos de eventos.
Brooklyn Grange es el caso de negocio número uno de techos verdes intensivos en Estados Unidos. La ONG opera los suelos productivos más grandes del mundo en dos techos neoyorquinos y, como si esto no fuera lo bastante interesante, producen 22.259 kilos de productos orgánicos por año. Cuentan también con un apiario, cuidando 30 colmenas manejadas naturalmente ubicadas en diferentes techos de la gran metrópolis.
La gente de Brooklyn Grange distribuye estos vegetales y hierbas a restaurantes convirtiéndose en productores locales vitales. Eso sin contar todo el asesoramiento que brindan a quien lo necesite y los eventos que ayudan a promover más conciencia y herramientas a quienes quieran tener su propia huerta urbana.
Así lo resume Brooklyn Grange : “creemos que esta ciudad puede ser más sustentable, nuestro aire más fresco y nuestra agua más limpia. Creemos que ese 14% de restos de comida que va a parar a rellenos sanitarios debería ser convertido en compost mediante programas activos de compostaje. Creemos que la comida debe ser fresca. Al final de eso se trata: de sentarse con la familia a comer una rica receta y recordar que la comida real es esta”.
Un aplauso para estos muchachos que en sus primeros días cargaron 1500 kilos de tierra 7 pisos arriba para reforzar la capa verde que ya tenía la terraza y comenzaron lo que hoy es una gran granja en medio de los rascacielos 😀
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El verde que le ganó al tren
Otro lugar impensado para ver reverdecer ciudades es en lo que fueran las vías de un tren. De eso se trata High Line, un parque público operado por el programa “Friends of the High Line”.
El último tren que pasó por estas vías lo hizo en 1980. La idea original estaba muy lejana a recuperar este espacio para los ciudadanos y sumarle naturaleza. De hecho, fue gracias al activismo del residente Peter Obletz que se frenó la demolición de las vías y se comenzó a pensar en cómo aprovechar mejor este sitio sin uso.
Por 25 años, desde que el tren dejó de pasar, crecieron en estas vías elevadas pasto silvestre, árboles y otras plantas. Esta vegetación fue la que inspiró al diseñador Piet Oudolf a mantener “salvaje” el verde de High Line. También se decidió que casi la mitad de las especies usadas aquí sean nativas de Estados Unidos.
Fue diseñado para permitir que las plantas retengan tanta agua como les es posible. Para complementar el riego, hay un sistema de irrigación. Es importante mencionar que el paisaje de High Line funciona como un techo verde; los senderos pedregosos tienen conductores abiertos, para que el agua pueda drenar además de tener camas de plantas adyacentes, que reducen la cantidad de agua de tormenta que cae al sistema de cloacas.
Sin dudas lo más importante es que esta estructura verde reaprovechó una pieza de infraestructura industrial como espacio verde público. Ya han inaugurado 3 tramos y buscan seguir ganando verde. Lugareños y viajeros pueden andar por entre medio de donde antes pasaba el tren, en medio de los edificios, en un espacio urbano impensado ¡y pleno de naturaleza!
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