Alternativa Verde | Develando el Fiasco del derroche de alimentos en Estados Unidos
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Develando el Fiasco del derroche de alimentos en Estados Unidos

Esta semana nos hemos dedicado a hablar sobre cómo no desperdiciar comida, ya sea en eventos o bien en nuestra propia cocina, y me encontré con esta historia muy particular en el Huffington Post: la de Rob Greenfield y su Dumster Diving (buceando en basureros) y su propósito de denunciar el Food Waste Fiasco (Fiasco del desperdicio de comida).

Una mixtura de mi alma de recuperar tesoros de la basura y el proyecto Food is Free, llega este muchacho nacido en 1.986 con una denuncia muy grande que se sustenta en tres hechos:

– en Estados Unidos se tiran 165 billones de dólares en comida por año. Es más que el presupuesto de los parques nacionales de América, librerías públicas, prisiones federales, el FBI combinados. 

-De los 317 millones de norteamericanos, 50 millones no tienen alimentos garantizados a diario aunque en el país se produzca suficiente comida para 500 millones.

-Para crear esa cantidad de comida que termina en rellenos sanitarios se usa tanta agua como para proveer las necesidades domésticas de cada ciudadano norteamericano.

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Bien, me dirás, una cosa es leer sobre el derroche de comida y otra, muy distinta, es verlo. Y es ahí donde la historia de Rob Greenfield se hace vital. Este aventurero, activista ambiental, y emprendedor -empeñado en hacernos reflexionar con su ejemplo sobre la comida, energía, desperdicio, transporte, salud, felicidad y libertad- hace unos días llegó a Nueva York después de su segundo raíd en bicicleta por el país del norteEn su travesía vivió alimentándose de lo que recogió dé los tachos de basura detrás de las tiendas y almacenes (y no es freegano, aclaro).

En su primer viaje, se alimentó a base de los “desperdicios” de otros en un 70%. Esta última vez, su propósito fue comer exclusivamente de lo que recuperara de esos tachos. Fueron 1.000 millas en 7 semanas atravesando Madison, Wisconsin hasta Nueva York y 300 los dumpsters que inspeccionó. Algunas veces, muy pocas, comió algunas cositas “de primera mano”. Con esta dieta engordó 5 libras aún habiendo viajado siempre en bici.
Él cuenta “no lo hago por necesidad sino para inspirar a América y que se deje de desperdiciar comida. Hay que ver el derroche para creerlo”. Por eso entendió pronto que debía exponer sus “hallazgos” en parques públicos para lograr mayor concientización. Así, la gente que pasaba primero se sorprendía y después se enojaba por tanto desperdicio.

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A través de las redes sociales, Rob fue consiguiendo voluntarios que prestaron su vehículo para poder transportar la comida que iba levantando. Los voluntarios nunca habían hecho esta experiencia de “bucear en los basureros” y se encontraban con que, en pocas horas, recolectaban montañas de alimentos en perfecto estado que habían sido tirados a la basura. Cada vez se sumaban más personas a esta cruzada y en muy poco tiempo se lograban llenar baúles de alimentos.

Si bien todo estaba óptimo, la idea de Rob nunca fue darla para que se la lleven sino, simplemente, mostrar a las claras lo que él llama el “fiasco alimenticio”. Aún así, las personas que pasaban empezaron a llevarse por motus propio los alimentos gratuitos a sus casas. En todas las demostraciones que patrocinó se volvieron a poner en circulación alimentos por un valor de 10.000 dólares y se alimentó a 500 personas. Qué mejor prueba de todo lo que se está “malgastando”, ¿no? Rob comprobó que, en una sola noche en cualquier ciudad, se puede juntar comida para alimentar a 100 personas sólo recuperando lo que las tiendas y almacenes desechan.

Sin ir más lejos les cuento lo que me pasa a mi: cada vez que voy al container a llevar los reciclables veo un cajón y bolsas llenas de verdura que aún puede ser aprovechada. Dejan esos vegetales y frutas tiradas en medio de los plásticos, vidrios y papeles. Seguramente el responsable es un verdulero que está cerca y que no entiende que ése container es para otro fin y, menos aún, que lo que él ya no puede vender no significa que no pueda ser aprovechado por alguien más.

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Rob propone que todos nos animemos a inspeccionar los tachos cercanos a los almacenes y supermercados y descubramos si, en donde vivimos, también se derrocha comida en buen estado. No pide que te lo lleves a tu casa sino, simplemente, que le saques foto o hagas video y lo compartas en tus redes sociales con el hashtag #DonateNotDump.

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También que escribas a esos mercados y les digas que te gustaría que, en vez de derrochar, donen esa comida a fundaciones. ¡Multipliquemos esta genial idea!

Seguí a Rob en su webFacebook

Conocé a Fundación Banco de Alimentos

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