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Fundación Huerta Niño: enseñando a cultivar en escuelas para crear futuro

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La voluntad y pasión de una sola persona puede poner en movimiento un engranaje que haga muchas realidades más dignas para muchas personas, vidas más ricas de historias y vivencias en grupo y también más conectadas con la tierra y sus frutos. En definitiva, ayudar a tener un mundo mejor. Créanme, un solo hombre o mujer puede hacer mucha diferencia simplemente con no ser indiferente -valga el juego de palabras-. Como muestra de lo que les digo, les traigo el trabajo de Fundación Huerta Niño y ya verán.

Constanza Feldman, encargada de Comunicación de la Fundación, es quien nos contó del trabajo que hacen y de cómo este proyecto nació de una idea que prendió tan fuerte en Felipe Lobert, su fundador, que terminó por transformarse en esta ONG.

Algunas décadas atrás, Felipe salió de viaje de estudios por las provincias argentinas, y entre ellas, recaló en Chaco. Allí conoció escuelas en que los maestros rurales le contaron que los chicos no podían aprender porque tenían hambre y fue entonces cuando supo que, ni bien tuviera cómo, volvería para ayudarlos.

La vida maneja sus tiempos y hubo que esperar 30 años para poder lograr lo que tanto ansiaba. En 1999, Chaco lo vió volver con todas las herramientas necesarias para ayudar por primera vez en una escuela. En los años sucesivos y ya con el respaldo de Pro Huerta INTA, fueron más y más escuelas las que fueron visitadas por Felipe, quien ya no estaba solo sino que ahora contaba con un equipo en formación.

Para entender mejor qué es lo que hace la Fundación le pedí a Constanza que nos contara sobre una escuela en particular y ella eligió el colegio La Divina Pastora, de la Eufemia, Mar del Sud. “Es muy particular ya que es una escuela-hogar, donde asisten chicos en riesgo socioeducativo, con alrededor de 110 alumnos de distintas localidades”.

Primero, la Fundación Bunge & Born -que financió los proyectos- presentó un listado de establecimientos educativos donde se podría llevar a cabo una huerta. Luego, se tuvo en cuenta que esa comunidad educativa quisiera tener su porción de cultivos realmente, de corazón, porque de no ser así, la iniciativa está destinada a no prosperar. Una vez que ya está todo definido, los integrantes de Huerta Niño viajan para conocer la escuela y conocer a la comunidad interesada pero que aún no tiene los conocimientos suficientes para llevarla a cabo.

Las partes  (Fundación, directivos escolares y Pro Huerta) firman una Carta de Compromiso en la cual la comunidad se compromete a llevar adelante el proyecto con la ayuda de los especialistas. Una vez que todas las formalidades están cumplidas, empieza la parte divertida: la construcción de la huerta con ayuda de los padres y vecinos de la zona. En el caso de esta escuala modelo, esta etapa duró alrededor de un año.

Todo un período de aprendizaje sobre la tierra, de manos a la obra y un poco de barro y muchas semillas se abrió. En una primera instancia, los capacitados fueron los maestros y luego “vino el aprendizaje de los chicos de parte de los mismos docentes y de la supervisión puntual de Érica (técnica del INTA) en la huerta. Los chicos, en general, se entusiasman mucho con el proyecto y sobre todo toman aprendizajes que luego pueden replicar en sus hogares”.

Constanza relató que “el proyecto de la Divina Pastora creció mucho desde sus orígenes. Rita (la directora) se involucró mucho e hizo que el entusiasmo se irradiara en toda la escuela, incluyendo a las cocineras quienes empezaron de a poco a incorporar las hortalizas de la huerta en el comedor escolar. Los chicos también aprendieron a comer estas verduras a las cuales no estaban acostumbrados en un principio, pero que al ser ellos mismos los que las cosecharon, tenían otro sabor”.

La energía positiva de tener un trabajo común y gratificante como el de cuidar la huerta y disfrutar sus frutos hizo que pronto crecieran más ideas. Entonces, de los cultivos se pasó a tener unas gallinas ponedoras, a tener cría de chanchos y ovejas, y demás emprendimientos que nacieron con la huerta como disparador. “La mentalidad cambió. Todo funcionó a la perfección y les dio el impulso necesario para animarse a pensar otras alternativas de microemprendimientos”.

Rita, la directora, nos cuenta la experiencia en primera persona haciendo click acá!

En resumen, “Huerta Niño da principal atención a la selección de la escuela, punto fundamental para garantizar el éxito del proyecto. La comunidad involucrada y motivada es clave para que la huerta sea tomada como un emprendimiento de ellos, y no algo que se viene a imponer. Luego de esto nos resta una actividad por demás importante: la búsqueda del donante (que en el caso de Bunge & Born se dio de otra manera). Lo que sigue es toda la administración, gestión y seguimiento del proyecto. Una vez finalizado, Huerta Niño mantiene contacto con todos los 170 proyectos como una manera de acompañamiento y para ayudarlos en caso de una necesidad puntual”.

¿Acaso hay algo más lindo que sentirse satisfecho de haber aprendido algo nuevo cada día? ¿O de sentir que todo el empeño puesto en algo ha llegado a un buen resultado? ¿O más lindo que haberse sentido parte de un grupo que va hacia un mismo lado? Todo esto es lo que las huertas le enseñan a los chicos de nuestro país gracias al asesoramiento de Huerta Niño.  Y todo gracias a la voluntad de un hombre que quiso lograr que ningún chico deje de aprender por tener la panza vacía. ¿No es genial?

Les dejo todos los medios para que sigan a esta gran ONG:

Web

Facebook

[email protected]

 

 

Meri Castro

Escribir es mi naturaleza y la naturaleza me cautiva. Combiné ambas pasiones y me volví ecobloggera. Comunicar es lo mío. Las redes sociales son mi vicio.

1Comentarios

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  1. mayo 6, 2013
    Me encanta que los niños aprendan de huerta, como plantar y cosechar su propia comida, saber el valor de lo natural y acercarse a la tierra, es muy bueno :)

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