A veces me pregunto si soy la única maniática que siente culpa al tirar una fuente de plástico que usó sólo una vez para el almuerzo en la oficina o al llegar de hacer las compras, encontrar que la mitad de los envoltorios de los productos van directo a la basura. Me encuentro añorando las épocas en que todos iban al almacén con su bolsa de compras o changuito en vez de recurrir a las bolsas de nylon que se rompen al primer uso, en que las galletitas venían en lata y no hacía falta cautivar al consumidor con packaging vistoso y novedoso sino, simplemente, con calidad.
Al escuchar iniciativas de empresas que empiezan a pensar cómo reducir la cantidad de packaging, me doy cuenta que no soy la única fanática. Marcas como Puma han ideado, junto con el diseñador industrial Yves Béhar, un envoltorio que ahorra 65% de cartón. También decidieron eliminar el laminado para facilitar el reciclaje y el papel de seda que normalmente envuelve al calzado. Otra decisión importantísima: dejará de usar bolsas de plástico y comenzará a utilizar un envoltorio creado con PET reciclado.
Marcas de agua mineral, como Eco de los Andes, también han comenzado a reducir la cantidad de PET de sus botellas para que el tiempo que tardan en biodegradarse sea menor al actual. En la misma línea, Pepsico ideó una botella 100% reciclable con material vegetal: corteza de pinos y hojas de maíz- más adelante utilizarán también cáscaras de naranja, papa, avena, etc. De ésta manera se marca una tendencia de las grandes firmas que buscan reducir la huella negativa que genera el packaging en el ambiente.
Otros se han propuesto eliminar por completo la huella contaminante, buscando la forma de no utilizar packaging en absoluto. Es el caso de In.gridients, una tienda de comida en Austin (Texas- USA) que empezará a funcionar en los próximos meses y cuya propuesta será que los clientes lleven sus propios envases para comprar los productos a granel. En caso de tener a mano un recipiente propio, la compañía les proporcionará packaging biodegradable a sus clientes.
En Italia la cadena de supermercados Eataly comenzó hace tiempo a comercializar al menos 40% de productos locales, para reducir la contaminación que genera el transporte, además de vender el vino y otros productos a granel y con packaging reutilizable. En Londres, desde 2006 también existe un pionero en este movimiento “anti packaging“, el almacén Unpackaged.
En Argentina, existen muchas tiendas que venden a granel (las famosas “todo suelto“) que permiten abaratar el costo porque no tienen packaging, pero aún es poco ecológico porque vienen fraccionados en bolsas de nylon. Una buena idea sería que comenzaran a incentivar a sus clientes a llevar sus propios frascos para llevar los cereales, especias y demás productos. Una buena costumbre puede ser comenzar a comprar en las ferias de productores independientes más cercanas a nuestro barrio, haciendo que la polución por el transporte y también el packaging (in) necesario para traer la mercadería de lejos sea cada vez menor.
Finalmente, pareciera ser que aquellas costumbres de compra que se tenían hace dos décadas atrás estuvieran volviendo a vivir con un propósito renovado: contribuir a no ensuciar tanto. Acaso, ¿todo tiempo pasado fue mejor?
Vía Yorokobu
Cuando las acciones de todos los días se vuelven hábitos, empezamos a creer que lo natural es que las cosas sean como son. Para muchas mujeres que crecimos con las comodidades de las toallas femeninas desechables y los tampones, hoy nos parecen prácticas e higiénicas. Poniendo esta conducta bajo la lupa, encontramos que estos productos no son los únicos que podemos usar durante nuestro período y que existen otras opciones más sanas para nuestro cuerpo y el planeta.
Se calcula que cada mujer utiliza entre 10.000 y 16.000 tampones o toallas en su vida fértil. Multipliquemos por la población femenina mundial y encontraremos que el impacto que tenemos sobre el medioambiente, a falta de una política de reciclado efectiva, es gigantesco. Esta industria es altamente contaminante desde su producción puesto que implica la utilización de productos químicos que vuelven sin ser tratados a las napas hasta sus componentes, como el plástico, que tarda 500 años en desintegrarse.
Las alternativas
El mercado, que tiene como slogan “28 días con vos”, invisibiliza las opciones más ecológicas y mejores para nuestro cuerpo. La copa es una forma de vivir nuestra menstruación de una manera natural y ecológica. Se trata de una pequeña “copa” de silicona reutilizable que se introduce en la vagina y, en lugar de absorber la menstruación (como hacen los tampones), la “recoge”, sin causar ningún tipo de pérdidas y respetando el entorno vaginal.
Existen tres tamaños de copas: para menores de 30 años que no hayan tenido hijos, para mayores de 30 o madres y otra para adolescentes. Durante el día se recomienda vaciarla tres o cuatro veces y sólo con un enjuague se puede volver a colocar. Las primeras marcas en fabricarlas fueron MoonCup, Divacup, Lunette. En España, ya hay marca nacional y se llama Naturcup y se consiguen por 30 euros aproximademente.
Las clásicas toallas de tela que utilizaban nuestras madres son una de ellas, están confeccionadas con la fibra que nace de un capullo, ¿qué puede ser más natural para estar en contacto con la piel?
Existen muchos microemprendimientos que ponen a nuestro alcance estas compresas, garantizando óptima absorción, delgadez y diseños originales. Lo bueno es que si se las cuida pueden durar hasta cinco años. Se lavan con jabón neutro, el agua con la que se lava puede usarse para regar nuestro jardín. Y no generan mal olor como las industriales.
Los beneficios empiezan en nuestro cuerpo puesto que al evitar usar los apósitos descartables, hechos de fibra de celulosa y polipropileno o polietileno, dejamos de acumular dioxina de forma indirecta. Además, dejamos de preocuparnos por algunos efectos adversos asociados a los tampones como ser el síndrome del shock tóxico (SST), o bien por el hecho de que alteran nuestro organismo al absorver no sólo la sangre, sino también el flujo y su flora vaginal. En algunos casos, hasta sueltan fibras. El beneficio para el equilibrio ecológico es obvio: cada copa puede durar hasta diez años y las toallas de tela pueden durar hasta cinco años, cortando el ciclo de “comprar y tirar”.
Además de colaborar a ensuciar menos, las copas y las toallas de tela nos permiten reconectarnos con nuestro ciclo natural y revalorizarlo. La menstruación es algo maravilloso que nos constituye, no hay que creer que sólo trae trastornos y nos malhumora (como algunas publicidades nos venden) y que hay que hacer como si no existiera porque nos avergüenza. Volver a lo natural es volver a una misma.
Podés conseguirlas en: