Tengo un negocio bárbaro para ofrecerles. Es así: tomamos un recurso que es de todos (y por eso, pareciera que no es de nadie), no pagamos nada a cambio y lo único que hacemos es empaquetarlo para distribuir y venderlo, por lo menos, 1000 veces más que lo que cuesta realmente.
¿Los convencí? ¿Aún no? Valga decirles pues que no tendremos que hacernos cargo del post venta, porque esos recipientes donde irá nuestra mercancía no serán nuestra responsabilidad jamás. Aunque al desecharlos terminen contaminando aire y mares por igual, nosotros no tendremos que intervenir en ello. Todo ganancia, digamos, porque el costo ambiental se lo dejamos a la sociedad.
Además, podemos inventar variantes del mismo producto para hacerlo parecer distinta cosa y, así, ampliar el mercado. A su vez, armaremos campañas de marketing sobre cuán natural y saludable es comprar este bien y así nadie dudará en la necesidad de salir a comprarlo ¡ya mismo! Esperen, agreguemos a la publicidad famosos y el combo será perfecto, ¡es una idea brillante! ¿no creen? Díganme si no suena tentador… Ahora, debo confesarles, este negoción ya está hecho y se llama venta de agua embotellada.
Sólo en Argentina embotellar agua para revenderla ocupa a 200 empresas. El 85% del mercado lo concentran sólo dos: Danone (Villavicencio y Vila del Sur) y Nestlé (Eco de los Andes y Glaciar). Ésta última, Nestlé, copa el mercado mundial junto a Coca Cola y Pepsi, gigantes que se reparten esta máquina de hacer dinero. Nada de lo cual sería cuestionable si no se estuviera especulando con un bien que debe estar asegurado como derecho universal porque es, básicamente, uno de los elementos sin los cuales ningún ser humano puede sobrevivir.
Los argentinos consumimos 20 litros de agua mineral per cápita al año (el índice mundial ronda 21 litros) lo que mueve más de tres mil millones de pesos anuales. Para abastecernos la producción media de agua mineral está en el orden de los 600 millones de litros.
Estas cifras representan una realidad parcial que debe complementarse considerando hechos como que gran parte de la humanidad carece del acceso a agua potable debido a estados ausentes que no proveen bombas para extraerla o que no aseguran cloacas para proteger las napas existentes. Otras tantas, por contaminación de los cursos por grandes empresas. En cualquier caso, la mala calidad del agua a la que acceden grandes porciones de los humanos deviene en enfermedades o muerte. Y todo ello ocurre mientras un puñado de corporaciones se apropian de agua potable que es propiedad pública para comercializarla sólo a aquellos que puedan pagarla.
Ahora bien, para que una industria sea considerada positiva para la sociedad toda no deberíamos basarnos sólo en los puestos de trabajo que genera sino, más vale, en que logre un modelo sostenible para llevar adelante su negocio. Desde este costado, ¿piensan que las embotelladoras lo son?
Veamos: muchas veces las empresas hacen uso del agua de las reservas de X pueblo o ciudad sin importar si la población del lugar está viendo diezmados sus recursos, si hay una sequía o si a largo plazo se agotarán los suministros. Simplemente producen sin mayores reparos.
Una pieza clave para decidir qué tan sostenible es vender agua es pensar en las botellas plásticas (el vidrio es demasiado pesado y frágil, y aunque sea mejor para reciclar, poco importa). Tomemos como dato que para producir las botellas que usa Estados Unidos se usan 1.5 millones de barriles de petróleo, un bien escaso y difícil de conseguir, igual que el agua. Con esa cantidad podrían circular 100.000 coches durante un año (esto sin contar el combustible que se requiere para transportar la mercadería). Pero no sólo una botella requiere petróleo para producirse sino también agua: para embotellar 1 litro de agua se usan 3 litros extra en el proceso.
Ahora bien, ¿no resulta algo absurdo hacer todo este lío por un elemento que podemos tomar desde nuestra canilla? Más si consideramos que compramos algo que consumimos en un ratito y enseguida se tira a la basura.
Podrás decir: el agua de botella es más segura y natural que la de la canilla. Eso lo podemos dudar porque, salvo excepciones, lo que se embotella es la misma agua que sale de la canilla y no proveniente de manantial o montaña. Pero aún si fuera el último caso, los plásticos de los recipientes a la larga, y por motivos varios, terminan emanando tóxicos que se transfieren al líquido que tomamos afectando nuestra salud, por lo cual el agua de botella NO es necesariamente más sana ni más natural.
Espero no haberte espantado hasta aquí porque aún me falta agregar un agravante mayúsculo a este asunto: una vez consumidas, las botellas tardan 1.000 años en desintegrarse pero no desaparecen nunca del ambiente. La mayoría de las que consume la humanidad no son recicladas (50%.) En USA, por ejemplo, 80% queda en rellenos sanitarios (2 millones de toneladas.)
En el “mejor” de los casos, lo desechado se recicla o incinera. En el peor de los casos, se acumula en la tierra o llega hasta los ríos y mares. De llegar al mar, las corrientes lo amontonarán en islas enormes de basura plástica o lo desintegrará en partículas ínfimas que flotarán confundiéndose con plancton que los peces comerán sin darse cuenta.
Este círculo tan grande lleva al agua a satisfacer nuestra sed da dinero para unos pocos y enorme daño ambiental para todos, ¿es beneficioso? ¿se justifica? Si, como yo, sentís que es otro gran despilfarro de nuestra sociedad capitalista, hay mucho que podés hacer: optar por llevar tu botella y recargarla, exigir una red de agua potable pública confiable, exigir que los restaurantes ofrezcan agua sin cobrarla, pedir por más bebederos en parques y plazas, tener filtro de agua, proteger los cursos de agua de la contaminación y la depredación, DEJAR DE COMPRAR AGUA EMBOTELLADA.
El poder es nuestro. Cada decisión que tomemos hace la diferencia. Por eso no sólo en esta semana que estoy llevando sin consumir plástico, sino desde hace tiempo, elijo reducir al mínimo el consumo de bebidas embotelladas que se usan y se tiran en un solo uso. Sumate, ¡seamos más haciendo que el plástico sea menos! 😉
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