Los invito a conocer un rincón especial en San Isidro. Es un espacio vigorizante donde ni bien ponés un pie adentro, ya te sentís bienvenido. Para serles honestos, nada tiene esto que ver directamente con la ecología aunque, si lo pensás bien, nada está ajeno a ella. ¿Por qué lo digo?
Claramente sobre nuestra mentalidad moderna pesan muchos siglos de privilegiar a nuestro cuerpo en su faceta de máquina que juega primero para alimentar al sistema. Nos fueron moldeando desconectados del entorno, y nos pusieron a andar parejito en una rutina que no sólo nos volvió ignorantes de los ciclos de la vida natural más silvestre sino, también, de los ritmos y las necesidades de nuestro propio ser.
Es que ese conocimiento sobre uno mismo que va dando el transcurrir de la vida a veces se ve obstaculizado por la falta de tiempo y la imposibilidad de desenchufarse de los problemas. No es tan raro que la sensibilidad propia de cada persona esté entumecida por el bombardeado constante de la idea de que mientras te veas espléndido por fuera y seas aceptado por tus pares, y mientras puedas estar a la moda y tener éxito, ya está, lo lograste, no necesitás más.
Puede ser que todo eso sea una alternativa posible -y no es mala per se- pero el paso por este mundo es un poco más que lo que la sociedad moderna quiere vendernos con su publicidad. Esta vida nos ofrece la oportunidad de ser exploradores y de salir a empaparnos no sólo de historias de Hollywood y valores de mercado: a su vez podemos aventurarnos en los paisajes del planeta y aprender de otras culturas y formas de vida. Pero sin dudas el viaje más motivante y desafiante es el de conocerse a uno mismo aunque no es tan fácil detenerse y darse un tiempo para esta tarea.
Así como con el deporte uno conoce sus límites y con el estudio amplía horizontes, he descubierto que con un buen masaje se comprende al cuerpo como un todo interconectado y como el depósito de nuestras tensiones diarias que es. También comprobé que todos somos energía. Todo eso, y un poquito más, deduje en Amanece Corazón, el estudio de masajes californianos de Valentina Levi Lemes.
Ya su bienvenida cálida y serena en esa mañanita otoñal en que fuí a visitarla fue todo un manifiesto de que esperaba una sesión sanadora. Los masajes californianos se caracterizan por no realizarse focalizándose estáticamente en cada área del cuerpo sino, por el contrario, en ser un movimiento fluido, que va enlazando y trabajando cada músculo y articulación.
Antes de la sesión, Valentina te envía un formulario para saber sobre afecciones o lesiones que puedan necesitar un tratamiento especial. De manera que cada masaje contempla las especificidades de cada uno y, además, esto le permite a ella encontrar recomendaciones para tener eso que más te molesta bajo control.
En este salón que ya de sólo verlo transmite paz, es donde Valen ha cambiado la informática que estudió por un mundo donde sus manos transmiten energía y salud guiadas por su oficio -y mucho amor-. Amanece Corazón es el espacio que nos abre para que nos demos un parate, suspendamos apuros y nos dejemos llevar por un masaje que “busca dejarte algo más”, aclara.
Es una pieza más en un camino que te permite conocerte y reconocerte. En el contacto, el calor y ese algo intangible que emana de un ser y se transfiere a otro, uno se reconecta consigo mismo y eso es lo que permite poder volver a reconectarse con los otros y con la naturaleza misma.
Puede que a todos no les funcione de esta manera que les cuento, pero creo que es una oportunidad que debiéramos darnos. Después, cualquier cosita, me cuentan qué sintieron ustedes, ¿les parece?
¡Gracias, Valen!
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