Primero les conté cuáles eran (algunas) de las acciones que nos hacen locos de la ecología, después les mostré cómo era vivir con uno de estos especímenes y ahora les voy a mostrar un costado más sensible, para demostrar que basta con tener los sentidos un poco afilados y un corazón noble para poder cuidar nuestro planeta. Sólo eso. Ni más ni menos.
Pero vamos a darle una pequeña vuelta de tuerca y voy a dejar que sea una lectora del blog la que nos cuente cómo es esto de amar a la Tierra y tomarse un poquito de consideración en cuidarla. Así que mejor los dejo con este bonito texto que me mandó Romina González hace ya mucho y que les estaba debiendo compartir. Lo hago porque se que ustedes también son un poquito o mucho como ella y como yo.
Mi lugar en el mundo
Crecí en un sencillo hogar de clase media, acompañada de una madre ejemplar y dos hermanos humanos simplemente hermosos, a quienes amo con el alma. Mi abuela me enseñó desde muy chiquita que las plantas eran preciadas, que las lombrices eran valiosas y que a todo hay que darle tiempo y amor para que se vuelva especial.
De adolescente fui muy tímida con los humanos porque hasta ese momento mis días eran dedicados a mis mascotas (de las cuales fui responsable desde muy chica… pobrecitas ) y a disfrutar de la libertad que sólo mi bicicleta me podía brindar.
Mis mejores tardes fueron las tardes ese de sol en una plaza, con un libro o mis walkman y mi bicicleta. En ese entorno disfruté de darle de comer a las palomas (descubrí que muchas tenían lesiones graves en sus patas… y eran precisamente esas las que demostraban ser menos temerosas y terminaban subiéndose a mis rodillas y manos para comer), me divertí con los gorriones (animalitos pícaros si los hay), observé hormigas, arañas, pájaros, y toda clase de insectos que se me acercaran. Tal vez así aprendí que todo ser viviente tiene el mismo objetivo o propósito en la vida. Primero: vivir; segundo: dejar en nuestro paso x la vida todo lo necesario para que otros puedan disfrutarla tanto como nosotros. Aprendí que los humanos somos un simple eslabón en una compleja cadena viviente y que solamente tenemos el inmenso privilegio de ser conscientes de nuestra existencia y que eso implica una gran responsabilidad.
Hoy, a los 31 años no me defino como ecologista, proteccionista de la flora o la fauna ni con ningún otro título. Creo que, sencillamente, estoy esforzándome por cumplir con mi propósito en esta vida. Siento un profundo amor y respeto por la vida y tengo el honor de acompañar a un hombre con las mismas cualidades. Por eso, cuando vemos a un animal en mal estado en la calle, nos ocupamos. Cuando veo una planta agonizante que alguien descartó porque ya no es “linda” la levanto y trato de darle otra oportunidad. Cuando mis plantas son atacadas por alguna plaga, no la combato con venenos químicos para evitar dañar otras especies que puedan habitar en el mismo entorno. Acumulo pilas para no tirarlas en la basura si no encontré donde llevarlas.Vuelvo a mi casa con la cartera llena de basura porque en la vía pública no hay tachos donde dejarla o están colapsados y con un tupper lleno de la yerba del mate de todo el grupo de trabajo más cascaras de frutas para el compost. Cuando una y solo una simple (y más inocente de lo que parece) cucaracha entra a mi casa no la persigo derrochando medio frasco de veneno en aerosol (si alguien desea saber los efectos secundarios y a largo plazo para el ser humano y el medio ambiente no tiene más que recurrir a internet, lamento decirles que lo que leerán no se les borrará jamás de la cabeza), estudié huerta y jardinería orgánica para lograr que mi jardín encuentre su natural equilibrio, gracias a ese esfuerzo hoy disfruto de ver en mi jardín colibríes, libélulas, una interesante variedad y cantidad de mariposas, gecos, arañas, grillos e interesantes insectos que desconozco.
Al igual que mucha gente espero vivir en un lugar paradisíaco, mientras tanto vivo demostrando amor y respeto por la vida y hacemos nuestra parte por contribuir para bien para el futuro cercano y no tan cercano.
Entendí que mi hogar, mis seres amados (lo que incluye familia, amigos y mascotas) y mi jardín son el lugar donde pertenezco… mi lugar en el mundo, ¿por qué no cuidarlos?¡GRACIAS ROMI POR COMPARTIR!
Todas las fotografías (salvo la última) fueron tomadas por Petroleuse