Con los años me pasa que hay ciertas cosas que cada vez aprecio más. La fotografía es una de ellas. La composición de una imagen puede ser tan poderosa que uno se quede casi hipnotizado viéndola. ¡Me encanta cuando pasa eso! Me fascina que alguien tenga esa cualidad única de captar distinto algo que todos ven y que parece no tener demasiado de extraordinario. Por eso hace un tiempo les conté de otra fotógrafa que me encanta, Florencia Fusaro, y hoy les traigo más magia de la mano y la cámara de Anabela Gilardone.
La historia de amor de esta chica de 33 años, que nació en Quilmes y ahora vive en mi querida amada Barracas, comenzó hace más de una década: “Mi primera cámara réflex analógica la tuve a los 16 años. La fuí a comprar con mi viejo que había visto en “Segunda mano” (una revista de clasificados de cosas usadas) ¡qué antigüedad! Estaba haciendo mi primer curso de fotografía y creo que fue uno de los días más felices de mi vida. Era un NIKON FG-20 que todavía tengo casi intacta porque son esos fierros para toda la vida”, cuenta Ana.
Por mi lado, conocí su trabajo gracias a esta dispersión de contenidos que permite Facebook y a cada nuevo álbum que sube cada vez me asombra más la manera de contar una historia con un detalle que tiene esta chica. La luz, ayyyyyy, los juegos de luces, el hacer click en el momento justo, la paciencia… todo eso hace que cada fotógrafo imprima su propia personalidad a la realidad. Y que, sencillamente, nos dejen usar su perspectiva de la vida por unos (cuantos) instantes para mi es un regalo que no puedo rechazar. Al punto que la foto que alegra el blog en estos días es de ella
Pero continuemos con lo que Anabella misma nos cuenta. Recibida de Diseñadora de Imagen y Sonido, la pasión por las fotos pudo más que las que están en movimiento. “Si bien mi formación está orientada al cine y la TV, la fotografía fija siempre me cautivó. Igual no descarto retomar el audiovisual y la escritura”, dice. “Lo que más me gusta fotografiar en la naturaleza aunque es muy difícil definirme por una sola cosa porque me inspira todo, pero tiendo a los cielos, los árboles y sobre todo a esperar los momentos más bellos de la luz“.
Cuando le pregunto sobre qué enciende la chispa para hacer retratos, Anabella repasa: “me inspira mucho la poesía. Leer. Tratar de imaginarme en fotos las imágenes literarias de los autores. También me inspira muchísimo la naturaleza, de hecho es el eje de mi trabajo. Me inspira contar la vida a través de mis ojos y un profundo deseo de comunicar, que lo tuve desde muy chica“. Por supuesto, el camino de la fotografía ofrece tantos campos por recorrer que Ana nos cuenta: “me interesa mucho la fotografía social, las instantáneas, el registro de los trabajadores, de los movimientos sociales, esa es una faceta que aun me falta recorrer. Espero lograrlo pronto”.
Como ya les comenté muchas veces, me gusta mostrar que sí se puede vivir de lo que se ama hacer. También, como siempre recalco, no es que sea fácil pero si se trabaja con una meta y con convicción, eventualmente se logrará. En el caso de Ana, “en este momento la fotografía consume la mayor parte de mi tiempo. Me estoy dedicando mucho a los talleres tanto en Capital Federal como en el interior del país, donde desarrollo cursos intensivos en 4 días. Acá en Buenos Aires tenemos más tiempo, ahora en Mayo arranco uno en 8 clases en Barracas”. Así que ya saben, si quieren empezar a descubrir cómo con una cámara se puede hacer magia, pueden consultar en su Facebook.
Sin más preámbulos, los dejo con su trabajo:
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