Hace unos post atrás les contaba que entre las cosas que aprendí este año, una de ellas era que la naturaleza es tan sabia que basta tener unas cuantas plantas en tu departamento para empezar a ver cómo un pequeño ecosistema se genera en torno de ellas.
Les contaba que había visto desfilar mariposas, abejas, avispas y hace poco una arañita también intentó armar su red en la planta de tomate. Nada fuera de lo común. Pero el más raro de todos los insectos que moró, en este caso en la menta, fue una matis religiosa (el que se ve en la foto de arriba). Algunos le dicen “bicho palo”, Cecilia en el Face me contó que en sus pagos le dicen “tatadios”, como sea, se lo veía muy contento paseando por las hojas. Todo elegante y esbelto, hacía caso omiso a las miradas que le dábamos los humanos de esta casa. Para mi, chica de ciudad y cemento, la visita de la mantis ha sido todo un acontecimiento. Me pasaron info (que en Lima están casi extintas, que mejor que vivan en árboles y mucha más) y la verdad que basta leer un poco sobre cómo viven para entender que algo tan pequeño es tan valioso y complejo a la vez. Vean, por empezar, la Mantis religiosa no es nativa de nuestras tierras americanas sino que la “importamos” de Europa al sur, se vino con un barco lleno de plantas. El hecho es que tocó suelo norteamericano en 1899 y aquí proliferó. Con su cuerpo pequeñito de hasta 6 dm, la mantis tiene súper poderes naturales: gira su cabeza hasta 180 grados, tiene una vista privilegiada (dos ojos compuesto por 3 ojos comunes cada uno) y sus dos patas delanteras son unos lindos “tenedores” con espinas que atrapan presas vivas antes que cualquier homosapiens logre cazar una aceituna con un pinche. (Esto no tiene rigor científico pero estoy segura que es así :P).
Que el carácter es solitario puedo dar fe, pensar que una sola mantis se vino a una menta en un depto da la pauta que la compañía no lo desvela. Tan es así que sólo se junta con otras de su tipo cuando llega el periodo reproductivo, ya que las hembras y los machos se buscan para aparearse.
El color de la mantis no es únicamente verde como se ve en la foto, sino que lo determina el ambiente donde se encuentre, en base al cual cambia su “muda” y se mimetiza. Para la muda, se cuelga de una rama y se desprende de la vieja. Tienen una vida corta, de un año aproximadamente, y atenti a esto: la oreja está en el torax.
No quiero dejar de contarles el por qué de “religiosa”, este nombre algo raro para un insecto. Es así: la matis se alimenta de otros animales y al acecharlos se queda inmóvil, con sus patas delanteras juntas y parece que está rezando. Esas patas sujentan al insecto y la mantis se lo come inmediatamente. Es capaz de cazar ranas, pequeños roedores, colibríes, etc. Sí, como leen, a seres más grandes que ella se los come.
Todo un mundo descubrí gracias al a visita de este “bichito”. Anoche lo ví paseando por mi “laboratorio de plantas” -como acabo de bautizar a las macetas que no caben más en el alféizar-y hoy todavía no lo he visto. Debo confesarles, me gusta tenerlo merodeando así que espero que vuelva.
(Increíble el mundo que armé por una mantis, cosa de chica de ciudad descubriendo el mundo. Sepan disculpar.)
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