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Las huertas son una gran terapia para todos los que vivimos en las ciudades agobiados de tanto cemento. Tal vez se deba a que trabajar la tierra tiene algún poder curativo, o se deba al hecho de la satisfacción que da ver los retoños de las aromáticas o las hortalizas asomar y llevar el fruto maduro a la mesa, sabiendo que fue cultivado. por nuestras manos.
Estoy segura que después de leer la entrevista a Angie Ferrazini te quedaste con muchas ganas de ver cómo es ese mercado que creó. Por eso, y gracias a las fotos de Cecilia Aiscurri, los invito a conocer Sabe la Tierra.
Cada vez somos más los que buscamos vivir de una forma más natural aún viviendo en grandes ciudades. Por eso, están empezando a surgir -para la alegría de todos!- propuestas que combinan producción ecológica y comercio justo sin descuidar la calidad. Sabe la Tierra es un mercado que acerca a los nuevos consumidores responsables alimentos orgánicos, ropa, libros, productos de limpieza y mucho más. Todo ecológico.
Sabe la Tierra entró a su segundo año de vida y empezó recibiendo el premio Wow (la primera certificación de lifestyle de Latinoamérica) y firmando contrato para estar dos años más en la estación San Fernando.
Éste mercado de la zona norte del Gran Buenos Aires fue gestado por la emprendedora Angie Ferrazzini, una argentina de 43 años que nació en el campo y se vino a la ciudad cuando eligió estudiar periodismo. Trabajó en diferentes medios gráficos hasta que llegó un momento en que el cambio hacia una forma de vida distinta, más saludable y sustentable, se hizo tan fuerte que sintió que era momento de dejar de relatar historias ajenas y empezar a vivir la propia.
El cambio que Angie quería tenía que ver con comer alimentos que sabía cómo habían sido cultivados y por quiénes, y bajo qué condiciones los productores trabajaban. Tenía que ver con comprarle directamente a quien había hecho la ropa y el calzado. Tenía que ver con respetar la Tierra y con darles lo más sano a sus hijos.
¿Quién dijo que el último destino de tu remera favorita es bajo la almohada, como camisón descolorido? También las t-shirts viejas pueden ser tu bolsa de las compras, para ir al mercado con estilo.
No se ustedes pero a mi en las vacaciones si hay algo que me gusta es tener contacto con la naturaleza. Mar, cerros, ríos, aire puro, mucho verde al alcance de la mano. En mis dos últimos viajes (algo ya les adelanté en el post anterior) se dio la casualidad -si es que éstas existen- que me encontré visitando dos bosques maravillosos. En 2011 fue la Reserva Dunífera de Miramar y este verano fue el Pinar del Norte en Villa Gesell.
Ambos bosques me transmitieron esa paz única de estar custodiada por arboledas tupidas y me despertaron la curiosidad de saberme inmersa en un ecosistema que me abría las puertas a su casa. Visitar ese hogar, el de otras criaturas es como correrse del tiempo.
Lo cierto es que al conocer estos dos lugares, también descubrí que no están excentos de riesgos ambientales. Los intereses inmobiliarios, en manos de personas con mucha avidez por el dinero y poco respeto por el medio ambiente -tanto privados como gobernantes-, intentan levantar cabañas para explotar turísticamente lugares que son reservas naturales.